09 Ago, 2013

Velos al viento

Llevar o no llevar velo, hoy en día, depende de aspectos que difieren mucho de su propio origen. El tipo de vestido, el tipo de ceremonia (civil o religiosa), la época del año, el peinado y, sobre todo, los gustos personales de la novia son los que determinan si este complemento formará o no parte del enlace así como su forma, colocación y textura…

El origen de esta pieza voluptuosa, que tantísimo juego nos da en las fotografías, se remontan a los antiguos imperios griego y romano. Por entonces, las chicas llevaban velos en las ceremonias de bodas como vía para espantar a los malos espíritus y proteger a las novias de ellos. También tenían el fin de salvaguardar a la mujer de los ojos del novio ya que (y de ahí viene también esta tradición) se consideraba mal agüero que el novio viera a la novia antes de la boda.

Sin embargo, el velo tal y como lo conocemos hoy en día – largo, con encajes, vaporoso… – previene de la religión judía. Desde su origen, las novias que se casan bajo esta fe usan un largo velo para cubrir la luz divina que consideran que emana de la novia. Ésta es considerada pura, santa, divina, y su alma, al igual que la del novio, están en un estado elevado durante la ceremonia, más cerca de Dios que cualquier otro día. Una divinidad que se cree que precisa de privacidad y de ahí el uso del velo para cubrirla.

No es hasta el siglo XIX que esta pieza del vestuario de la novia se introduce en la religión cristiana. Hasta entonces, en las bodas de este credo, la novia y el novio habían usado coronas de flores y ramas, simbolizando los sacrificios que la novia y el novio tendrían que hacer a lo largo de su vida en común. Es a partir del siglo XIX cuando el uso del velo por parte de la novia comienza a extenderse, como símbolo de respeto que sigue las palabras del apóstol San Pablo, que indican que la mujer debe cubrirse el cabello para orar.

El tipo de material y forma de los velos también ha variado a lo largo de la historia y las culturas. En tiempos griegos y romanos, normalmente eran de una tela fina en colores rojo o amarillo, mientras los de las ceremonias judías eran los más parecidos a los de nuestros días, con velos largos de encaje que cubrían la cara y el cuerpo de las novias.

Hoy en día la moda nupcial ofrece multitud de longitudes, formas y estilos de velos. Desde el más tradicional a los velos cortos de tul, así como opciones para llevarlos como chal o incluso en forma de pañuelo anudados a la cabeza. Mientras muchas novias optan por reemplazar esta pieza por otros tocados, diademas, flores, etcétera.

Lo que sí es cierto es que para nosotros, los fotógrafos, el tradicional velo es una pieza recurridísima durante los reportajes. Jugar con el viento sobre ellos, hacer que las novias se arropen con él, lo muevan a su alrededor o lo dejen libre en el aire son algunas de las escenas que nos dejan mejores imágenes para el recuerdo. Así que, nunca está de más, si no tienes previsto usar esta prenda durante tu ceremonia, que te plantees llevar uno para las fotos. 😉

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